Nos acercamos a la recta final de la serie. En esta sexta semana, Mia descubre que ha perdido un bebé que nunca tuvo. Después de una sesión intensa en la que hablarán de la pérdida y de la larga charla que Mia tuvo con su madre, con la que nunca tuvo una buena relación, más bien una relación inexistente, descubrimos que Mia nunca llegó a estar embarazada.
En esta sesión, Paul Weston aconseja a Mia al respecto de sus padres desde un punto de vista muy personal, explicándole su experiencia son su propio padre. Y es que, tanto con Mia como con Oliver, la relación con el paciente se ha llevado a un terreno bastante personal.
Oliver le dice a Paul que quiere vivir con él, le pide que le acoja en su casa. Desde el comienzo del episodio e incluso desde algunas semanas atrás, es algo que estaba esperando. Las insinuaciones no podían ser más evidentes.
La madre de Oliver se encuentra con que ha de marcharse de la ciudad. Ha tenido una oportunidad laboral que no quiere dejar escapar. La idea es que Oliver se quede con su padre, pero este no quiere. De hecho, ninguno de los dos se ponen de acuerdo para encontrar una solución viable para el niño. Personalmente creo que se lo tendría que quedar el padre y no ser tan egoista. Pero bueno.
La cuestión es que tenemos una escena genial con Oliver y Paul en un parque, uno de esos momentos que hacen la serie grande, gracias principalmente a ese gran personaje que es Paul Weston.
Walter vive también una sesión de lo más intensa, en la que la retrospección le hace llorar desconsoladamente. Está desesperando por abandonar el hospital psiquiátrico donde se encuentra y no deja de intentar convencer a Paul para que le ayude con una recomendación para dicho hospital.
Finalmente, más emoción en la sesión de Paul con Gina. Esta semana ha sido fuerte en ese aspecto. Gina y Paul tienen una de sus grandes broncas. Paul le lleva además la carta que escribió para el padre de Alex, admitiendo su responsabilidad. Gina le desaconseja que la utilice y se la queda. Afortunadamente. Pero Paul está en un momento de crisis en el que le da igual perder su licencia como psiquiatra. Gina le dice una vez más que lo considera un muy buen terapeuta que se preocupa mucho por sus pacientes.
Oliver le dice a Paul que quiere vivir con él, le pide que le acoja en su casa. Desde el comienzo del episodio e incluso desde algunas semanas atrás, es algo que estaba esperando. Las insinuaciones no podían ser más evidentes.
La madre de Oliver se encuentra con que ha de marcharse de la ciudad. Ha tenido una oportunidad laboral que no quiere dejar escapar. La idea es que Oliver se quede con su padre, pero este no quiere. De hecho, ninguno de los dos se ponen de acuerdo para encontrar una solución viable para el niño. Personalmente creo que se lo tendría que quedar el padre y no ser tan egoista. Pero bueno.
La cuestión es que tenemos una escena genial con Oliver y Paul en un parque, uno de esos momentos que hacen la serie grande, gracias principalmente a ese gran personaje que es Paul Weston.
Walter vive también una sesión de lo más intensa, en la que la retrospección le hace llorar desconsoladamente. Está desesperando por abandonar el hospital psiquiátrico donde se encuentra y no deja de intentar convencer a Paul para que le ayude con una recomendación para dicho hospital.
Finalmente, más emoción en la sesión de Paul con Gina. Esta semana ha sido fuerte en ese aspecto. Gina y Paul tienen una de sus grandes broncas. Paul le lleva además la carta que escribió para el padre de Alex, admitiendo su responsabilidad. Gina le desaconseja que la utilice y se la queda. Afortunadamente. Pero Paul está en un momento de crisis en el que le da igual perder su licencia como psiquiatra. Gina le dice una vez más que lo considera un muy buen terapeuta que se preocupa mucho por sus pacientes.
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