martes, 29 de mayo de 2012

20 años no es nada

Los que pasen de los 30 estarán de acuerdo conmigo. Los que aún no hayan llegado o los acaben de cumplir, en absoluto. Ahora que nadie vaya a pensar que este es un post triste ni nostálgico. Bueno, rectifico: sí que es un post nostálgico, bastante personal, pero ni triste ni pesimista. Yo no soy de las que piensan que 'tiempos pasados fueron mejores'. Creo que generalmente eso es algo que piensan las personas muy mayores, y es lógico: ellos estaban mejor físicamente cuando tenían 60 que ahora que tienen 80, no se les puede culpar.

Pero voy a dejar de divagar como una vieja y voy a entrar en materia, diciendo en primer lugar que la idea de este post en particular surgió el pasado mes de abril. Abril de 2012, es decir, 'veinte años después'.

En abril de 1992 sucedió algo que hizo que todo cambiase para siempre. ¿Sabéis en esos libros de 'elige tu propia aventura', que tomas uno u otro camino y la historia es totalmente diferente? Algo parecido, pero con la diferencia de que el camino no lo tomé yo, sino que lo tomaron por mí. ¿Qué hubiese pasado si el camino hubiese seguido en línea recta, en la misma dirección? Nunca lo sabremos. Pero hay algo que sí sé: el hecho determinante que se produjo en el verano de aquel 1992 llegó en formato CD.

Aunque el primer vinilo que compré, cuando tenía alrededor de 8 años, fue un single de Bon Jovi, no fue hasta ese verano del 92 en que la música que siempre me ha acompañado llegó para quedarse. El porqué está un poco borroso, pero creo que todo fue culpa de alguna revista con portada provocativa... a lo mejor fue un Heavy Rock, o una de aquellas fantásticas RIP, con tantísimas fotos. Chica de 13 años que se ve desplazada de la gran ciudad a un pueblo del interior, cabreada con el mundo, sin amigos, de vacaciones escolares y aburrida como una ostra. La ecuación no puede tener un resultado más claro.

De lo que sí que me acuerdo perfectamente es del primer CD que compré aquel verano: el 'Dr. Feelgood' de Mötley Crüe, y de que lo compré en un supermercado grande tipo Carrefur. Quizá vi alguna imagen de la banda en alguna de las revistas que he mencionado antes, pero lo misterioso es por qué me hice con ese y no con el Decade of Decadence, aquel recopilatorio de 1991 que hacía relativamente poco que se había puesto a la venta. Misterios de la vida.

Lo que vino a continuación está un poco más confuso en mi memoria, pero recuerdo que ese mismo verano también llegaron a mi habitación, por poner un par de ejemplos, los 'Use Your Illusion' de Guns n' Roses y el 'Black Album' de Metallica (¡¡estos en cassette, claro!!). Y aquí hay que hacer un alto en el camino, porque este paseo por Memory Lane tiene otro motivo (el que me ha animado a publicar después de redactar, concretamente).

Una de esas cosas que tiene la vida es que este fin de semana escuché íntegro y en vivo este álbum de Metallica en su concierto en el Sonisphere Festival de Getafe. Emocionante y muy simbólico para mí. Veinte años habían pasado desde que descubrí a la banda, 20 años desde que empecé a escuchar las canciones de ese disco y, si queréis más señales: la entrada de este Sonisphere Festival ha sido la primera en mi nuevo álbum de entradas. Aquel otro que abrí en 1993 con el concierto de Bon Jovi en el Sant Jordi, lo cerré también con un concierto de Bon Jovi, el del año pasado en el Estadi Olímpic. No sé ni cómo no me ha explotado la cabeza con tantas carambolas del destino...

Bien, pues fue 1992 el año definitivo. Fue el año en el que el Hard Rock y el Heavy Metal entraron en mi vida para quedarse. Sé que siempre cuento la misma anécdota, pero no creo que la haya contado nunca en el blog, así que ahí va:

Cuando tenía 14 años (y escuchaba la canción '14 Years' de Guns n'Roses hasta la demencia), mi padre un día me dijo que esta 'locura' se me pasaría, que me echaría 'un novio normal' y que empezaría a ir a 'discotecas normales'. Tras ocho años de comprarme las entradas por encargo para que yo pudiese asistir a los conciertos que se celebraban en Barcelona, le quedó claro que la cosa iba para largo. Y por si no le había quedado claro, unos 12 años más tarde me presenté en su casa, con lágrimas en los ojos, explicándole que por fin había visto en vivo a Mötley Crüe en Londres y Zaragoza, en aquella mágica gira de reunión que no puedo recordar sin que se me ponga la piel de gallina.

La pasión y la emoción que me provocaban estas bandas que he nombrado y todas las que siguieron: Iron Maiden, Whitesnake, Skid Row, Mr. Big, Aerosmith, Pantera, Megadeth... no han desaparecido en estos 20 años y, por muy prudente que una pueda ser, creo que ya puedo decir que no solamente ponen banda sonora a mi día a día, sino que han ayudado a formar y a educar a la adulta en la que me he convertido. Una adulta que no puede dejar de saltar, bailar, cantar, gritar y sobre todo, hacer headbanging cada vez que cuatro o cinco locos, normalmente con melenas, se suben a un escenario o graban un disco.

Cuando tenga 80 años y, con todo el derecho del mundo, diga que tiempos pasados fueron mejores, seguiré cantando al volumen que mis ancianas cuerdas vocales me lo permitan y, si tengo suerte, en presencia de mi rockera descendencia, eso de:

 CAUSE I'M HOT, I'M YOUNG, RUNNING FREE... A LITTLE MUCH BETTER THAN IT USED TO BE

martes, 22 de mayo de 2012

Northumbria, El Último Reino (Bernard Cornwell)


Gracias a este primer volumen de la saga ‘Sajones, Vikingos y Normandos’ me he reconciliado con Bernard Cornwell, y me alegra mucho poder decirlo. Cuando leí Azincourt me quedé tan decepcionada que no me animaba a seguir con nada más de este prolífico escritor de novela histórica. Pero Carlos, un contacto de Twitter que además colabora en Hislibris, me recomendó atreverme con la saga y le hice caso.

Además, imaginad: si me gustaba Northumbria, tenía después por delante cuatro o cinco novelas más en la misma línea. ¿Y cómo no me iba a gustar… llevando por nombre ‘Sajones, Vikingos y Normandos’?

Northumbria tiene como punto de partida la Britania del siglo VIII. Aquella Britania formada por diversos reinos, todavía no unificada y destino favorito de varios pueblos invasores, en concreto de sajones y daneses (vikingos), ya que los normandos aún tardarían un tiempo en llegar.

La historia se narra a través de un niño originario de Northumbria de nombre Uthred. Su noble linaje nos permite conocer a través de sus ojos y de sus experiencias a más de un personaje histórico ‘real’ (es decir, de la realeza, pero también 'documentado'), y además, como ya es habitual, descubrir los detalles de cómo se vivía y de cómo se luchaba en esta época. 

Uthred crece y se convierte en un hombre joven y en un guerrero valiente y astuto, siguiendo un camino lleno de aventuras y de conocimiento. Un conocimiento que en principio no encontrará en los libros, sino en su relación con los invasores, al verse atrapado en el choque de culturas que se producen en su tiempo y en su tierra. No puedo explicar mucho más de la trama porque cualquier cosa que diga hará que desluzcan sorpresas y emociones.

Northumbria (e intuyo que, por extensión, toda la saga) tiene lo que le falta a Azincourt: un personaje protagonista por el que sentir simpatía e incluso admiración. Para los que leyeron la trilogía Crónicas del Señor de la Guerra, es decir, las tres novelas de Cornwell sobre el Rey Arturo, esta es una magnífica continuación, y para los que quieran adentrarse en la obra del autor, es también una perfecta manera de comenzar. El rigor histórico, pero nunca aburrido, y las aventuras y emociones fuertes son una combinación ambiciosa que Bernard Cornwell vuelve a ejecutar a la perfección.

Y si después de Northumbria tenéis a mano La formación de Inglaterra, de Isaac Asimov, os sentará bien una re-lectura (o primera lectura).