Quiero que este post sea sin spoilers,
porque si quiero recomendar su lectura, no me puedo dedicar a destriparlo. Los
que ya lo han leído, ya tienen su opinión, y el conocer mis teorías, miedos y alegrías, no les harán cambiarla. Así que me veo frente
a la hoja (virtual) en blanco, y me doy cuenta de que no voy a poder decir el
nombre de ningún personaje porque con Canción de Hielo y Fuego en esta página
estás, ¿pero en la siguiente…?
Han sido tres semanas entregada en
cuerpo y alma al quinto volumen de la saga. Y al terminar, entro en internet,
busco opiniones y cuál no es mi sorpresa al ver que hay muchos detractores de
Danza de Dragones, más de lo que esperaba. Y hacen que me sienta aún más afortunada.
Algunas de estas opiniones contrarias coinciden en que se trata de una
continuación de Festín de Cuervos (porque lo es), que es aburrido y que sobra
mucha paja. Incluso una amiga que lo leyó antes que yo, se sorprendió ante mi
entusiasmo y me dijo que ella no lo pone ni de lejos a la altura de los tres
primeros.
Pues yo sí. Yo lo he disfrutado al
nivel que disfruté aquella maravilla adictiva y enloquecedora que fue Tormenta
de Espadas. Me ha parecido que está totalmente a la altura y sobre todo destaco
que está lleno de sorpresas, algo muy de agradecer llegados a este punto de la
historia, en el que sería fácil caer en la monotonía que da el conocer
bastante a casi todos los personajes principales.
A Danza de Dragones vuelven los
personajes olvidados en Festín de Cuervos, pero no con exclusividad, ya que a
partir de cierto punto, estos se unen a los que tuvieron todo el protagonismo
en el cuarto volumen, y se nos explica lo que les ocurre, aunque sea de manera
breve. Para mí, uno de los grandes aciertos de la novela, ya que resulta hasta
emocionante leer según qué nombres en la cabecera de los capítulos que llegan a
partir de la intersección, y como no soy de mirar el índice antes de empezar,
el factor sorpresa hizo su magia.
Pero independientemente de quién
aparezca, de quién viva o muera, la historia siempre gira entorno a conseguir
el poder, desde el punto de vista de los que siguen jugando al juego de tronos
y también de los que se ven arrastrados por la ambición, por el amor o por la mera
casualidad. Un juego de tronos que en este volumen está curiosamente representado por el juego del
sitrang, una especie de ajedrez en el que los contrincantes se juegan el trono,
sirviéndose de castillos, soldados e incluso de dragones.
Niños, ancianos, nobles, guerreros,
reyes y plebeyos… el abanico de personajes es tan abrumador como al principio,
aunque ahora ya estemos acostumbrados y sepamos detectar a nuestros favoritos,
a los que creemos más importantes. Pero si ya has llegado hasta aquí, o quizá
no es necesario que tan lejos, ya sabrás que es peligroso encariñarse con cualquier
personaje. Las muertes sorprendentes siguen siendo protagonistas en Danza de
Dragones. Muertes que a una le pueden arruinar un desayuno, sin ir más lejos. Y
quien habla de muertes, habla de apariciones inesperadas, relaciones chocantes,
y tramas enteras que cuando llegan a término, te dejan con cara de idiota, ni
más ni menos.
En la novela no faltan el sexo y la
violencia, y en ocasiones, llegan de la mano. Los personajes más salvajes,
despiadados y crueles, conviven con las historias de devoto amor fraternal y de
lealtad sincera. Con facilidad pasmosa, Martin consigue que sintamos lástima
por personajes a los que anteriormente odiábamos a muerte y que estemos
deseando que se salven de las garras de ese nuevo villano, que supera en maldad
al que creíamos insuperable.
También se nos da la oportunidad de
ampliar horizontes: de conocer otras tierras, imaginar escenarios
impresionantes y sobre todo, de descubrir otras culturas, religiones, incluso
costumbres gastronómicas, en ocasiones muy sorprendentes.
A George R.R. Martin es muy fácil
amarlo por los buenos momentos que nos proporciona su arte, pero también es muy
fácil odiarle, y no solo porque no le tiembla la mano a la hora de aniquilar a
sus criaturas, sino porque sabe cómo hacer sufrir al lector, y cómo atraparlo
para que no pueda dejar de leer y no tenga ganas de hacer otra cosa en sus
ratos libres. Además, y esto no es ninguna novedad, te lo sirve todo tan bien
presentado, que es muy fácil sentarse a devorar el menú, sin descanso y con
deleite.
Resumiendo: Danza de Dragones me ha
encantado. Me ha hecho pasar buenos ratos, malos ratos… y sobre todo me ha
hecho vivir momentos muy intensos. Me vuelve loca cuando un libro consigue
atraparte de esta manera, porque al fin y al cabo, es ‘a lo que hemos venido’.
Y tras la re-lectura de Juego de Tronos y de Choque de Reyes que hice antes de
empezar Danza, ya estoy deseando encontrar por ahí un hueco para leer de nuevo
Tormenta de Espadas… Como toda obra excepcional, Canción de Hielo y Fuego es eterna.