Esta semana he abandonado otra serie, últimamente tengo la mano muy suelta. Le ha tocado a Touch. Quizá a estas alturas, muchos de mis compañeros bloggeros y/o seriéfilos ya la tengan más que olvidada, pero yo iba muy despacito con ella. No era prioritaria y, tras cinco episodios de sentir que no pasaba nada y de aburrirme, decidí darle puerta. Pero el hecho de que no pasase nada y de que Keifer Sutherland dé cada día más repeluco no ha sido todo... también tiene mucho que ver el personaje del niño protagonista.
A lo mejor es que es cierto que los niños en las series de televisión casi siempre son repelentes y sobran. A lo mejor es que, simplemente, a este personaje no hay por dónde cogerlo. Este niño autista es uno de los personajes más inverosímiles que he visto en la tele recientemente. O más que el personaje en sí, lo que me ha parecido más inverosímil es la manera en la que los adultos se hacen cargo de él.
Sí, sí, sé que es una serie. Sé que es ficción. Lo sé. Pero hay que darle a la ficción una base en la que sustentarse, que no estamos hablando de Juego de Tronos, ni de True Blood.
¿Me estás queriendo decir, señor guionista, que a ese niño lo tienen sin vigilancia 24 horas, simplemente bajo la supervisión de su amantísimo padre? Desde el primer episodio se nos muestra al niño encaramado a una torre de telefonía. También lo vemos cruzar avenidas muy transitadas sin mirar, trepar por escaleras de incendios y caminar solo por una ciudad como Nueva York. Y tampoco se deja cortar el pelo. Pero da lo mismo, porque le crece lo justo y necesario y en la dirección adecuada para ir siempre monísimo y graciosísimo. Pues vale.
Hablaba de True Blood y me ha venido a la cabeza el personaje de Elena Gilbert en The Vampire Diaries. Ni a una ni a la otra les podemos pedir sentido común, por razones obvias, pero si hay una cosa que siempre me he preguntado cuando disfruto de las aventuras de Sookie y de Elena es: ¿No se ha planteado nunca irse a vivir a otro pueblo? También me pregunto qué clase de pensiones de orfandad pagarán por ahí, para que puedan vivir sin ingresos... Pero pasemos a otra cosa, porque no podemos pedirle sentido común a The Vampire Diaries ni a True Blood. ¡Eso jamás!
Otro personaje inverosímil es el de Jorge García en Alcatraz. Nuestro viejo amigo 'Hurley' es un gran tipo. Es un tipo enorme, no descubro nada nuevo. En Alcatraz ofrece sus servicios de asesoramiento a la detective que ha de investigar el caso de los presos desaparecidos, en calidad de erudito en la materia. Hasta aquí, bien. Pero en el momento en el que vemos al entrañable Hugo Reyes intentando correr detrás de un sospechoso, o bien subirse o bajarse de un coche deprisa porque se le escapa el malo, aquí ya empiezan a ir las cosas mal, simplemente porque no puede, porque tiene los movimientos tan limitados que cuando ha conseguido bajarse del coche, el criminal ya está en otra ciudad.
Y quiero aclarar que no estoy de broma, ni me estoy cachondeando ni nada parecido, solo me quejo de que no es viable poner a una persona tan obesa interpretando a alguien que hace trabajo policial a pie de calle, porque no es creíble (y hace sufrir un poco).
Hay muchos más ejemplos de personajes inverosímiles o poco creíbles. Me viene a la cabeza por ejemplo el hecho de que a la joven Emily Thorne / Amanda Clarke de Revenge le haya dado tiempo, teniendo en cuenta su juventud, a aprender artes marciales a lo Kill Bill, dominar el japonés, y sobre todo, establecer una red de contactos que ni el mismo Tony Soprano en sus mejores días, en la que todos le deben favores. ¿He dicho Tony Soprano? ¡Que ni el KGB! ¡Los deja en bragas!
También son jóvenes 'muy vividos' los muchachitos y muchachitas de Gossip Girl, que en su primera temporada, y aún en el instituto, se decían: '¿Te acuerdas de aquello que hicimos en Saint Tropez aquel verano...?'. Y lo que hicieron fue una cosa muy escandalosa y muy fueeeerrrrrteeeee... con 12 años, si te paras a echar cuentas.
Bien, bromas aparte, todo esto es ficción, y no es más que puro entretenimiento. Supongo que si los personajes principales de nuestras series favoritas se acercasen un poquito más a la realidad, serían muchísimo más aburridos y las historias en las que participan no nos atraparían con la misma intensidad. Para ver realismo, tenemos las noticias y los documentales. Pero sí que, de vez en cuando, hay personajes que chirrían tanto que no te dejan más salidas que reirte de ellos o ignorarlos para siempre.
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