La célebre batalla de Azincourt (o Agincourt) tuvo lugar el 25 de octubre de 1415 y fue uno de los innumerables enfrentamientos entre ingleses y franceses, que no dejaron de guerrear durante un siglo, como es bien sabido. Azincourt es una batalla célebre sobretodo para los ingleses, que salieron vencedores. Fue inmortalizada por Shakespeare en su obra Enrique V, y recogida en las obras de muchos otros autores, en forma de ensayo o de novela.
Pero, ¿por qué esta batalla fue tan importante para el ejército inglés? Aunque hay versiones que discrepan en cuanto al número exacto de guerreros en cada bando, la idea general es que los ingleses eran muy inferiores en número y en equipamiento, y aun así, salieron vencedores. Lucharon en un terreno embarrado que dificultaba el movimiento de la infantería y de la caballería, pero que no impedía a los arqueros ejecutar su misión, y precisamente un arquero inglés es el protagonista de esta novela.
Bernard Cornwell vuelve a demostrar que es un experto en la materia, vuelve a demostrar que, cuando escribe sobre la historia de su país, es todo un erudito. Pero a veces, tanta erudición puede pasarte factura. El autor dedica muchos esfuerzos a explicar los pormenores de la batalla, a describir al detalle no sólo el equipamiento, sino también las técnicas, estrategias y hasta las carnicerías más salvajes. Pero los que le conocimos con Las Crónicas del Señor de la Guerra y le amamos por tan magnífica trilogía, estamos bastante acostumbrados a ello. El problema es que, si a tanta descripción erudita y detallada no le acompañan unos personajes sólidos y atractivos, estamos perdidos.
Mis dos principales reproches a Azincourt son precisamente la falta de agilidad en la mayor parte del libro y la falta de un protagonista que destaque por alguna cosa más que por saber tensar un arco. La falta de agilidad se nota en muchos puntos, pero cuando la novela se hace más lenta y más pesada es durante la parte del asedio a Harfleur. Es tan exhaustivo el relato de este episodio, que el mismo lector corre grave peligro de sentir que es él quien está sometido a asedio. Personalmente, estuve tentada a abandonar la novela en este punto, pero, tratándose de Cornwell, merecía un voto de confianza.
En cuanto al protagonista poco atractivo, tenemos a Nicholas Hook, el joven y fuerte campesino que vive sus aventuras como arquero. No es inteligente, no es interesante, no tiene una personalidad compleja, ni entiende ni se pregunta por qué hace lo que hace. Simplemente, se deja arrastrar por los acontecimientos, guiado por una fe ciega en curas, santos y nobles caballeros.
Y quizá precisamente es eso lo que Cornwell, en su afán por retratar la realidad de la época, buscaba: un joven del siglo XV totalmente ignorante, con mucha fuerza física y poca sesera. Lamentablemente, no es mi tipo de protagonista para una novela histórica. Nunca los buenos son tan buenos ni los malos tan malos. Y esto es lo que encontramos aquí.
Recomendaría esta novela a los fans muy fans de Bernard Cornwell, y creo que incluso ellos se sentirán decepcionados en algún momento. Azincourt se publicó en 2008 y conociendo al autor, puede ser que tenga continuación como la mayoría de sus obras, casi todas ellas sagas o trilogías.
Eso sí, si una cosa buena ha tenido haber leído esta novela, es que tengo excusa para volver a recomendar a todo el mundo aquella maravillosa trilogía de Las Crónicas del Señor de la Guerra. ¡Tomad nota!, es una excelente historia basada en el Ciclo Artúrico, formada por los volúmenes El Señor de la Guerra, El Enemigo de Dios y Excalibur. Imprescindibles e inolvidables.
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